¿SABES QUE EXISTIA EN PABLO IGLESIAS ESQUINA RECONQUISTA EN GIJON?

LA BOLSA DEL AUTOMÓVIL

Fotografía de la casa comercial Fotolena de Gijón, en los primeros años de la década del cincuenta del siglo XX de la fachada comercial del comercio La Bolsa del Automóvil de coches de primera, segunda, tercera y cualquier tipo de mano, que fueran susceptibles de generar interés en los potenciales compradores.

Eran tiempos adversos para la inmensa mayoría de la población, tiempos que ameritaban emprendedores, por un lado, y abnegados padres por el otro que enfrentaron las circunstancias de la mejor manera posible, trabajando sin desmayo, sin esperar ni una ayuda de un estado paupérrimo, ni el maná de un cielo demasiado alto, sobre un Gijón demasiado olvidado por los caminos del mundo.

Por ello nuestros padres y abuelos nos enseñaron la paciencia, a valernos por nosotros mismos y sobremanera nos enseñaron el amor, si un mendrugo caía al suelo, lo recogías instantáneamente lo besabas invocando una bendición y era perfectamente comestible. (Hoy la ciencia ha demostrado que un pedazo de pan se contamina cuando pasa más de cuatro segundos en contacto con el suelo, el cómo sabían aquello nuestros mayores ¿Qui lo sá?)

Cuando hartos de hacer horas en varios trabajos a lo largo de cada día del año, alguno de aquellos padres progresaba económicamente, mientras se empeñaba en que su hacienda que eran los hijos habidos con su amorosa mujer y madre nuestra, progresaran culturalmente a través de la educación, no necesariamente académica.

Entonces un día al azar o en unas horas de ocio aquellos padres gustaban pasarse por las aceras de esta avenida de Simancas, anteriormente Bulevar San José y hoy avenida Pablo Iglesias y en el número 44, a la altura de la calle Reconquista estaba La Bolsa del Automóvil, con una muestra de vehículos para todos los bolsillos, desde los que portaban gruesas carteras pobladas de sabanas de mil pesetas, a los más modestos monederos plenos de calderilla.

Ya para los desarrapados de barrios ignorados por la fortuna, los propietarios del lugar tenían modestos aros de bicicletas jubiladas, articulo de cortesía para los niños con los que entretenerte jugando a soñar por las calles de aquel Gijón antañón.

 

Hernán Piniella

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