Fotografía tomada hacia 1926, perteneciente al archivo del padre Patac S.J. en que se ve Gijón al fondo, en imagen tomada desde los altos del lugar del Coto, antaño perteneciente a la parroquia de Ceares, hacia la zona donde tendría su posesión de recreo el bravo general don Álvaro Suárez Valdés fallecido en 1917 y al que Gijón honró con una calle, la que iba hacia su casa, calle que se iniciaba muy cerca de dond estuvo la ermita de San Nicolás del mar. En la imagen destacanse los pinaculos de la iglesia de San Lorenzo y la enorme mole del edificio del Colegio de la Inmaculada.
En los alrededores de la capilla de San Nicolás del Mar, conocida también como de Bari o de Bermilde, edificada en 1476, en un lugar cercano a la actual Plaza de toros del Bibio, tenían su señorío dos apellidos de gran abolengo en la villa y concejo de Gijón, los Cifuentes y los Lavandera cuyo escudo de armas estaba en la fachada de dicha capilla, los terrenos de su coto eran muy extensos abarcando desde la Cruz de Ceares, hasta Cabueñes por el este.
Por el norte hoy limitada por la avenida Pablo Iglesias, llegaban las tierras de Ceares hasta el mismo arenal de San Lorenzo.
Hacia 1705 el dueño de los terrenos fue nombrado regidor de Gijón, todos los poderes en una sola persona, alcalde, juez y parte, y sus últimos sucesores en aquellas heredades fueron don Nicolás Cifuentes y después su viuda doña Micaela Valdés y Llanos que era la patrona del Coto, de su capilla y sus almas en 1750. En ese momento la historia entra en un oscuro silencio documental y seguramente en alguna de las algazaras del levantisco pueblo español, la capilla fue demolida por las causas que fueran, conservándose solamente su escudo de armas que se colocó posteriormente en la capilla de Leorio donde aún puede verse en la actualidad.
Durante todo ese tiempo y hasta bien entrado el siglo XX era esta una zona de huertas y praderías, que poco a poco fue invadida a manera de ciudad Jardín, salpicado su hermoso paisaje rural con algún que otro precioso palacete.
En los primeros años de ese siglo se edificó allí el Cuartel de Zapadores y Minadores y no muy lejano de este, poco tiempo antes en 1909 fue erigida la cárcel de partido, obra nueva para sustituir el lamentable presidio de la villa ubicado en la torre del reloj en Cimavilla.
El imparable avance del crecimiento poblacional de Gijón hizo que el ayuntamiento viera aquellos terrenos como muy aprovechables para edificar viviendas y así se diseñó un parcelamiento que fue poco a poco rellenándose de viviendas, en primer lugar, a iniciativa municipal entre el Cuartel y la Cárcel se edificaron lo que se conoce como “casas baratas” en 1929. Lo que vino a ser el pistoletazo de salida para la urbanización de toda la zona, solo frenada por la guerra civil, que precisamente hizo del Coto una de las zonas más castigadas de Gijón, tanto por estar allí mismo el cuartel de zapadores, como la inmediatez de la ubicación del cuartel del Simancas, cuyos mandos militares se unieron a los sublevados.
El barrio se vertebró en torno a sus dos hermosos bulevares, el de la Cruz de sur a norte, hoy conocido como calle Ramón y Cajal y el de San José de Oeste a Este, que luego fue avenida de Simancas y hoy avenida de Pablo Iglesias.
Sería cerca de los dos bulevares, en la calle Balmes donde funcionó la empresa más potente de la breve historia industrial del Coto, Confecciones Gijón S.A. fundada en 1952. Empresa que llego a dar trabajo a más de setecientas personas en su mayoría mujeres, su producto estrella la conocida camisa IKE con sus “tres largos de manga por talla”, que por motivos que sería espeso explicar aquí, echó el cierre en 1990. Dando lugar a una de las luchas más épicas de unas tan valientes como hermosas mujeres, madres de Gijón, que sufrirían en sus cuerpos la inclemencia de los “tres largos de porra por mujer” de la policía represora, en la defensa de sus puestos de trabajo ante la desidia de quienes nos gobiernan y los malditos resultados de la optimización económica…
Como dejó escrito don Eugenio Noel:
-"Aquí en Gijón hay vida, riqueza y una clase política con una pereza de mil demonios…En el alma de un Gijonés de raza hay dos estancias; en la grande vive soñando o trabajando para sí mismo, en la otra hay una especie de hórreo sobre cuatro pegollos en los que almacena los ideales o los sobre esfuerzos que pudiéramos llamar nacionales o de interés común, su hospitalidad tiene una antesala tan larga y tan cómoda que no se ve la necesidad de ir más adentro, por lo que es muy difícil influir en tales almas en ningún sentido, son como son y punto, además hay la obligación de acusar cierto amable peligro: el de ser atraídos por su carácter…En parte alguna el pobre trabaja más que aquí, pero tampoco con menores probabilidades de éxito, aun así, esta ciudad les hace felices."